miércoles, 7 de junio de 2017

"Si me preguntan por mi profesión, digo que soy traductora."

El 26 de mayo pasado, Itziar Hernández Rodilla publicó la siguiente columna en El Trujamán. Si bien se refiere a España, sus observaciones valen para todo el mundo. Especialmente, para la Argentina, donde muchos colegas no reconocen a los del mismo gremio porque, dedicándose a otra especialidad en el mundo de la traducción, no poseen el ridículo “título habilitante”. Pobre gente, ¿no?

El Gremio

Cuando se publicó el Libro Blanco de las traducciones de libros en el ámbito digital, hubo una serie de desafortunados titulares en los que, sacando de contexto los datos en dicho libro expuestos, se afirmaba que solo el 9 % de los traductores podía vivir de su trabajo.

No voy a entrar en el hecho de que quizá sea cierto que solo ese porcentaje vive del trabajo, malviviendo a lo sumo el resto de los traductores de dedicación exclusiva, sea cual sea el campo al que se dediquen. Por un lado, porque no me gusta ser de las que desaniman al personal diciendo que todo es un desastre, sobre todo, cuando yo soy ejemplo vivo de que se puede vivir de traducir. Y, por otro, porque me interesa mucho más hablar de las reacciones del gremio que pude observar.

El comentario mayoritario entre los traductores a los que sigo en alguna de las redes sociales, traduzcan exclusivamente o no, fue: «No todos los traductores somos traductores literarios». A lo que, rápidamente, los traductores editoriales que no traducen literatura añadieron: «No todos los traductores editoriales somos literarios». Hubo quien añadió incluso: «De hecho, la mayoría de los traductores son no literarios».

Mucho se protestó sobre la generalización, cuando hay traducción audiovisual, de marketing, científico-técnica, jurídica, jurada, médica… Estas son solo algunas de las variedades que recuerdo. Da igual, en realidad, cuántas fuesen, el caso es que, al final, nadie estaba representado. Estoy convencida de que no somos el único gremio al que le pasa en España, desde luego, pero en el nuestro no hay nadie que responda a las estadísticas. Si nos descuidamos, ni el 9 % que respondió a la encuesta original estaba realmente formado de traductores que se dedican exclusivamente a traducir libros. Somos, desde luego, un gremio que no existe.

Yo no pertenezco a ese porcentaje, pero sí al 28 % de traductores que respondieron que, en aquel momento, se dedicaban de forma exclusiva a la traducción. Traduzco libros, es cierto, pero también localizo, hago traducción científico-técnica, jurídica, económica, administrativa, de marketing y un etcétera que no merece la pena desmenuzar aquí. Y, desde luego, aunque ahora compagino la actividad con otras, puedo decir que, hoy por hoy, sigo viviendo de traducir.

Si me preguntan por mi profesión, digo que soy traductora. No especifico. No creo que sea menos compañero un traductor audiovisual que uno jurado. Cuando ellos luchan por algo, siento la lucha como mía. En mi experiencia y según mi conocimiento, todas las especialidades se pagan peor que hace años. Hay más competencia, y es peor. Veo a compañeros decir que viven de la traducción trabajando todos los días hasta las tantas de la noche y sin fines de semana, y me pregunto cuándo, de hecho, viven. He visto a compañeros, excelentes profesionales, dejar de traducir (no, no se dedicaban a la editorial) porque no podían ni sobrevivir de ello. Y sé de algunos que dejaron de intentarlo incluso antes de empezar.

Y me duele cada comentario de: «Un momento, yo no soy uno de ellos». Se me parte el alma cuando un compañero de profesión (no, no la editorial) dice que los traductores editoriales viven mal de su trabajo porque aceptan condiciones infrahumanas, como si la mayoría de las veces aceptarlas fuese realmente una opción. Como si las demás especialidades estuviesen tan excelentemente pagadas que dedicarse a traducir libros fuese solo un terco capricho infantil.

Los periódicos erraron el tiro, es cierto, pero corroboraron aquella gran verdad española que dice: De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos ya me guardaré yo.

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