martes, 8 de agosto de 2017

Sobre la necesidad de las antologías que ofrecen la obra de los traductores de poesía al castellano

Casi todos los países serios de tanto en tanto se deciden a poner orden en sus papeles y, de ese modo, trazan un mapa de lo que hubo y lo que hay, dejando entrever qué es lo que todavía no está y debe haber. En el campo de la traducción, gracias a los trabajos exegéticos, es posible trazar mapas que permiten visualizar qué se tradujo, cuándo y, eventualmente, sacar conclusiones sobre las razones de una época para haber traducido algo, muchas veces directamente conectado con las necesidades de una cultura determinada en un momento de su historia. 

De todas las especies literarias, la poesía cuenta con las ventajas de la brevedad y la ubicuidad, pero, asimismo, por ambas causas, tiende a desperdigarse: no sólo se publica en forma de libros, sino también en revistas y periódicos, muchos de los cuales tienen una vida azarosa y efímera. Y lo que ocurre con la poesía escrita en la lengua de un país también sucede con la poesía traducida. 

En 1965, cuando la Argentina era un país bastante más serio que en la actualidad, Lyzandro Z. D. Galtier (1901-1985), poeta y gran traductor de O.W. de Lubicz Milosz, publicó en Ediciones Culturales Argentinas –una hoy impensable editorial del Estado los hoy inhallables tres tomos de La traducción literaria, tres tomos dedicados a hacer un balance sobre toda la poesía extranjera traducida por argentinos y de toda la poesía argentina traducida por extranjeros. La obra es encomiable, pero ya está reclamando una urgente actualización.

Luego, en 1975, el Fondo de Cultura Económica, de México, publicó El surco y la brasa, un volumen compilado por Marco Antonio Montes de Oca y su esposa Ana Luisa Vega, antología que abarca 58 años de traducción de poesía en México y la labor de 38 traductores. Ese volumen fue continuado en Traslaciones: poetas traductores 1939-1959 (también en el FCE), esta vez compilado por la poeta Tedy López Mills, que actualiza la labor de los antólogos anteriores, arrancando donde estos dejaron.

Por su parte, el extraordinario poeta chileno Jorge Teillier (1935-1996), poco antes de morir, le entregó a la Editorial Universitaria una Poesía universal traducida por poetas chilenos (1996), que incluye textos que van desde Horacio, traducido por Eduardo de la Barra en 1899, a Derek Walcott, traducido por Verónica Zondek en 1993. 

Una reciente visita del Administrador de este blog a la Feria Internacional del Libro de Bogotá le permitió descubrir Traductores de poesía en Colombia, una exhaustiva investigación y selección de Jaime García Maffla y Rubén Sierra Mejía, que abarca 828 páginas y lleva el sello de la Alcaldía Mayor de Bogotá y que fue publicada en la colección Poesía Casa Silva en 1999. 

Con la excepción hecha a los dos libros mexicanos, está claro que, en líneas generales, estos libros no circulan de un país a otro, lo cual plantea una serie de cuestiones interesantes: ¿existen sus equivalentes en el marco de otras poesías de lengua castellana? ¿No valdría la pena hacer un estudio comparativo para ver qué se tradujo en cada provincia de la lengua? ¿No sería de alguna utilidad comparar cómo procedieron los poetas traductores de cada país para resolver la traducción de los mismos autores y, muchas veces, de los mismos poemas? ¿Cuáles fueron las modas de traducción en cada período? Por supuesto que las preguntas podrían multiplicarse. Se esperan las respuestas.




2 comentarios:

  1. Muy buena esta entrada-llamamiento: en Cuba, un veterano traductor de poesía del alemán, Francisco Díaz Solar, estuvo trabajando hace ya un par de lustros en una compilación de traducciones históricas de poesía extranjera hecha por cubanos. No sé si habrá llegado a salir en forma de libro, pero la labor del gran Francisco iba en esta misma línea, y tenía incluso pretensiones de hacer una labor comparativa y cronológica, centrando la mirada en el tipo de traducciones hechas en según qué época. Abrazos.

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  2. Soy argentina
    me gusta lo que leo
    gracias por compartir
    y lo que nos dan cuando leemos

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